lunes, 29 de septiembre de 2014

En tu propio mundo: sesgos cognitivos, ¡que no te amarguen la vida!

La mayoría de la gente cree que conduce mejor que la media. También, la mayor parte de las personas piensan que son ligeramente más inteligentes que el resto. Sin embargo, estadísticamente no salen las cuentas. Si bien sí que hay muchos que son más listos o que conducen mejor, lo cierto es que otros están equivocados. Esto muestra la enorme capacidad que tenemos para distorsionar la realidad y engañarnos a nosotros mismos.

No solemos ver la vida tal y como es, sino que solamente accedemos a una verdad sesgada, nuestra verdad. Esto queda de manifiesto en cualquier discusión. Si nuestra forma de ver las cosas fuese objetiva y las viéramos todos tal y como son, no habría debates, siempre estaríamos de acuerdo. Sin embargo, esto no sucede. Los casos más chocantes los podemos encontrar en las cosas más cotidianas. Por ejemplo, en un partido de fútbol, ante los mismos hechos es sorprendente cómo las personas pueden reaccionar de formas muy distintas, tomando como ciertas historias completamente diferentes.

En las parejas, si preguntas a una de las dos partes, casualmente siempre darás con la que hace más tareas en casa. Son muchas las ocasiones en que tenemos cierta facilidad para sobredimensionar nuestros esfuerzos o propiedades. Lo mío vale más, lo que yo hago es más y mejor...

Por supuesto, esto son cosas que "les pasan a los demás". Nada que ver con nosotros. O si te ocurre a ti también, lo sabes muy bien en la teoría. Pero luego, en el día a día, "tienes razón normalmente". Es el otro, que es un cazurro.

Aunque intentáramos ser totalmente justos y buenos con nuestro prójimo, los espejismos que genera nuestra propia mente probablemente harían que en muchos casos, pensemos que damos más de lo que recibimos o que nos portamos mejor de lo que lo hacen los demás con nosotros.

Si a todo esto le añadimos una pizca de egoísmo, un poquito de orgullo, algo de incomodidad, el deseo de no ser tomados por tontos o de evitar que se aprovechen de nosotros, la competitividad, la necesidad de defendernos ante las críticas o las dinámicas que generan este tipo de factores... se pueden finalmente llegar a generar un buen número de inconvenientes sin necesidad ninguna. Podemos llegar a conseguir una buena dosis de sufrimiento para todo el mundo incluso aunque no hubiera problemas graves en nuestra vida (como los de salud). Y todo gracias a las imperfecciones de nuestro cerebro.

A veces, también somos duros con nosotros mismos, con nuestros fallos. O distorsionamos la forma en la que vemos el mundo de tal manera que nos causa malestar.

Tal vez, ¿un buen remedio para conseguir el propio bienestar empiece por tratar bien a los demás, no juzgarnos por nuestros errores (lo cual no quiere decir que no intentemos minimizarlos por lo menos), no condenar a los demás por los suyos (o por lo menos intentar hacerlo menos) e intentar tomar consciencia de cómo funciona nuestra propia mente?

Puede parecer que hay cierta dosis de moralidad en esto, y de hecho puede haberla, pero sobre todo lo que hay es una buena ración de pensamiento práctico.

Si escribo esta entrada es porque pienso que puede haber alguien que la lea y le pueda resultar de interés. Si crees que no necesitas este tipo de información, o que no te gusta nada todo lo que se parezca a un consejo moral, con no hacerme ningún caso solucionado. De todos modos, esto que parece moralina barata, es una conclusión sencilla en pocas líneas de lo que miles de estudios en psicología muestran sobre cómo se genera sufrimiento muchas veces en la vida de las personas. A mí me parece interesante, primero para intentar aplicármelo a mí mismo, y luego para compartirlo con quien quiera leerlo.

Para encontrar más información sobre cómo los sesgos cognitivos nos pueden hacer sufrir, aquí hay una excelente entrada titulada "Piensa mal y sufrirás", nombre que hace mención en cierta forma al dicho popular "piensa mal y acertarás". 

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